lunes, 1 de octubre de 2012

La generación del cambio

Formo parte de una generación estafada (que no perdida como quieren tacharnos muchos). Una generación que nació a finales de los 70, primeros de los 80 en un país con una recién parida democracia, que según nos decían, garantizaba la libertad y el estado de derecho.

Desde que eramos pequeñitos, nos inculcaban esos valores democráticos explicándonos que el poder residía en el pueblo, que todo ciudadano tenía unos derechos y unos deberes establecidos en un texto que se llamaba Constitución, que el parlamento se encargaba de crear las leyes y estas se decidían por medio de votaciones en el parlamento donde la mayoría ganaba a la minoría, y esa minoría tenía que respetar el resultado. Estas técnicas democráticas se aplicaban en las aulas, por ejemplo, en la elección de delegado de clase. Y poco a poco los chavales íbamos entendiendo aquello de la democracia, y la aplicábamos a casi todo. Nos íbamos convirtiendo en ciudadanos con fuertes valores democráticos. Los hijos de la democracia.  

Mas adelante nos empezaron a explicar en que consistía el estado del bienestar, los impuestos, la seguridad social, el paro, las pensiones, etc... un lío vamos. Pero poco a poco lo fuimos entendiendo y comprendimos que era un sistema donde los impuestos se usaban para que el Estado pudieran repartir la riqueza de una manera equitativa y así nadie sufriera marginación social de ningún tipo. Para que fuera mas justo los impuestos eran progresivos donde, el que mas tenía, mas impuestos pagaba. Parecía un sistema justo y equitativo. Al menos a mi me lo parecía.

Luego llegó el momento en que tenías que elegir que querías estudiar o que querías ser de mayor. Desde pequeño y desde todos los frentes te decían que tenías que estudiar si querías llegar a algo en la vida. Que si querías encontrar trabajo tenías que estudiar y adquirir conocimientos, de esa manera las empresas seguro que te contrataban y poco a poco irías entrando en el mercado laboral, donde si trabajas bien, serás recompensado con un contrato indefinido que estabilizará tu economía y, de esta manera, podrás hipotecarte, comprar una casa, un coche y crear tu propia familia. Y, tachán, ya formarás parte de la feliz clase media y del increíble estado del bienestar español. Todo eso gracias a los estudios. Si estudias, tu futuro esta prácticamente asegurado por el estado. Viviremos mejor que nuestros padres como debe de ser por naturaleza ( o eso dicen).

Ante ese futuro, ¿que hizo nuestra generación? Pues estudiar. Unos con más acierto otros con menos. Unos estudiaban lo que le gustaba otros lo que tenía mas salidas laborales. Algunos estudiaban lo que les decía sus padres y otros directamente pasaban de los estudios y se iban a la construcción. ¿A la construcción? Si, a la construcción, porque en ese momento el Gobierno decidió apostar por la economía del ladrillo liberando el suelo y creando millones y millones de proyectos urbanísticos que a su vez generaban un montón de puestos de trabajos. "España iba bien".  

Mientras nosotros estudiábamos para prepararnos a entrar en el mercado laboral, muchos de nuestros amigos ganaban mucho dinero con la construcción a cambio de dejar sus estudios.

Y llego el momento de terminar los estudios. Unos mas rápidos, otros mas lentos, pero nos vimos con la obligación de tener que buscar un trabajo. La mayoría lo encontró. Muchos a traves de las ETT y pocos a través de sus propios estudios, pero la mayoría no de lo que estudió y cobrando bastante menos de lo que se podía esperar. Salimos de los estudios muy preparados (siempre se hablaba de nosotros como la generación mas preparada de la historia) pero nos encontramos con un tejido industrial que no estaba, ni por asomo, preparado para recibirnos. Aquí empezamos a darnos cuenta de que algo iba mal. Esto no era lo que nos habían prometido. 


En ese momento justo es cuando las casas comienzan a subir a precios desorbitados gracias a la burbuja creada por el Gobierno y vemos como la gente especula con los pisos como si fueran cromos ganando autenticas barbaridades de dinero y subiendo los pisos a precios imposibles para nosotros. ¿Cómo era posible que un tío que no tenia ni la EGB  ganara 10.000 € especulando en vivienda en un sólo día? ¡Era lo que nosotros ganábamos currando en 6 meses y dando las gracias! ¿Eso era valorar el esfuerzo y el trabajo? Obviamente, no. Nos empezábamos a sentir como gilipollas. Mientras tanto, el Gobierno, que por ley, debe de proteger el derecho al acceso a una vivienda digna, no hizo absolutamente nada, mas bien todo lo contrario.

Y, claro, nos encontramos con un problema: no podemos independizarnos. Económicamente es imposible. Así que los bancos empiezan a dar prestamos locos, algunos de más de 50 años. A muchos, eso nos parecía una locura y ni se nos ocurrió meternos en eso, pero otros muchos cayeron en la trampa y se hipotecaron de por vida con la excusa de que los pisos nunca bajaran de precio. El Gobierno sigue sin hacer nada, los precios siguen subiendo y una casa se convierte en un articulo de lujo totalmente inaccesible para nosotros. Un derecho básico de la constitución pisoteada por el libre mercado. Comenzamos a sentir que la Constitución se respeta mas bien poco y que lo económico prima sobre lo realmente necesario. Mientras tanto, medio país se endeuda de por vida gracias a las "geniales" hipotecas de los bancos creando una deuda privada espectacular. Y lo peor es que el Gobierno apoya esa deuda afirmando que es algo bueno. Esto empieza a ser esperpéntico.

Mientras, en muchas empresas, veías que por trabajar mejor no ascendías ni te daban mas derechos laborales, sino que los puestos se elegían a dedo o al más lameculos de la oficina. Y la guerra de lameculos era cruel e inhumana. La gente se volvía ruin y perdía la dignidad por un misero ascenso. El esfuerzo y la calidad no se valoraban. Solo se valoraba el peloteo y la sumisión. Todo lo que nos habían contado sobre el esfuerzo en el trabajo y la calidad era simplemente mentira. Si querías ascender tenías que hacer una guerra de desprestigio con tus compañeros. En vez de compañeros de trabajo parecían enemigos a los que vapulear  Y para mas "inri", el Gobierno nos iba quitando, poco a poco, derechos laborales que para nada se parecían ya a los que tuvieron nuestros padres. Algo iba muy mal. Pero en vez de quejarnos, nos frustrábamos y aceptábamos la realidad como algo inevitable. Nos quedábamos haciendo horas extras gratis por el simple peloteo o porque todo el mundo lo hacía. Y lo peor, es que lo hacíamos con la esperanza de que la cosa, en algún momento, cambiaría mágicamente. Y la cosa cambió, si... pero a peor.

Estalla la crisis de 2008. Y con ella la burbuja inmobiliaria española. Y con ella todos los valores democráticos. Los pisos bajan espectacularmente de precio, los bancos no tienen dinero y se declaran en bancarrota, el paro sube a cotas históricas por culpa del desempleo de la construcción, la deuda publica y privada se dispara, y no solo en España, si no en todo el mundo occidental. Parece que el capitalismo estuviera en crisis. ¿Y que pasa con nosotros? Todos nos vemos afectados. Los pisos bajan si, pero aun están muy por encima de su precio razonable. Nuestros salarios cada vez son mas bajos, y eso si tenemos la suerte de no haber sido despedidos. Los Gobiernos en vez de ayudar a la gente deciden ayudar a los bancos y les dan una cantidad vertiginosa de dinero público para que saneen sus cuentas esperando que el crédito fluya. Pero no fluye. La crisis se agudiza y comienzan las políticas de recortes donde se ven afectadas las partidas de sanidad, educación y pensiones, pilares básicos del sistema del bienestar. Se suben los impuestos a la clase media y baja. Se sube el IVA. Se hace una reforma laboral que facilita el despido y se carga los convenios colectivos. Todo esto pedido por Alemania y ejecutado a base de decretazo ley por parte del Gobierno de turno y sin consultar al pueblo, ya que ninguno de estos recortes iban en sus programas. Mientras tanto nuestra generación está la mayoría en el paro, si esta trabajando, lo esta en algo que no le gusta, mal pagado y sin derechos laborales con un miedo al despido terrible, sin acceso a una vivienda digna, con un futuro en el que se discute la viabilidad del sistema del bienestar y una democracia que deja de ser tal en el momento en que el gobierno traiciona su programa de cabo a rabo cada viernes. Todo lo que nos habían contado y prometido sobre nuestro futuro, la clase media, la democracia y el estado del bienestar, era simplemente, mentira. Es un sueño para una minoría privilegiada. Una estafa donde hemos visto como una casta se ha ido privilegiando del sistema a su favor a costa de nuestro dinero y nuestro futuro.

Pero esta generación no se calló y salio a la calle el 15M de manera pacífica y democrática dando una lección de civismo que nadie creía que fuera posible. Desde entonces el pueblo a demostrado un civismo y unos valores democráticos fuera de duda manifestándose masivamente durante casi 2 años de manera pacífica y planteando un futuro realmente democrático. Y aun así el Gobierno, ese Gobierno que en teoría nos representa a todos, nos ignora y nos reprime a base de palos, rompiendo de nuevo los valores democráticos y saltándose a la torera los derechos Constitucionales que tanto nos inculcaron nuestros padres y maestros. Somos una generación estafada. Nos vendieron un sistema y unos valores que luego ellos no respetan ni cumplen. Pero no estamos perdidos. No somos una generación perdida. En nuestras manos esta luchar por estos valores democráticos. Siempre con civismo y demostrando que SI se puede. Nuestro futuro depende de ello. Queremos una democracia moderna y participativa, donde los gobernantes no sean traidores de la Constitución ni tengan privilegios respecto al pueblo. Queremos una nueva Constitución que votemos entre todos y todas, sin miedo al cambio. Sin miedo a la evolución. Porque mi generación no ha votado la Constitución actual. De hecho solo un tercio de la población actual lo ha hecho. Ya no es una Constitución democrática. No representa al pueblo actual. Esta caduca y necesita reformarse. Es algo sano. Es salud democrática y no hay porque tener miedo. Y es nuestra generación la que debe hacer ese cambio. Somos hijos de la democracia y nos la han secuestrado. Vayamos a por ella. Porque no somos la generación perdida. Somos la generación del cambio. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario